viernes, 5 de junio de 2009

La otra cara de Sonora




Repleto de cráteres, dunas y un terreno agreste, El Pinacate es un sitio único en su tipo. Conoce a sus habitantes más salvajes
EL PINACATE, Son.
Si un puma ha logrado vivir en un sitio en el que parece que la vida está negada entonces todo parece indicar que en realidad la vida se esconde a la primera vista del visitante, pero si observa, y se mueve con cautela, quien pisa El Pinacate, en Sonora, encontrará un ejército de animales silvestres.
Entre las rocas que guardan las historia del planeta se esconden desde pequeños insectos, como el que le da nombre a la región, hasta raros ejemplares de berrendo, oso negro y se ha dicho que incluso de borrego cimarrón, uno de los animales en mayor peligro de extinción del país.
Visitar la zona del Pinacate es una aventura en sí, hasta hace poco llegar a esta región era toda una odisea, no existían agencias de turismo que llevaran grupos de interesados, básicamente o se requería tener un amigo por la zona que conociera el lugar o en su caso organizar un grupo grande de personas y pedirle a los institutos de investigación que tiene base en el Pinacate para una visita especial, en fin era toda una epopeya.
Hoy las cosas son más sencillas, aunque no del todo perfectas, todavía se requiere transitar por caminos de terracería, estar en el vehículo un par de horas por carretera y soportar temperaturas que en ocasiones pueden superar los 40 grados centígrados y por la noches estar rayando en los cero grados.
Gracias al crecimiento de Puerto Peñasco y a la oleada de visitantes de Arizona es sencillo conseguir uno de varios paquetes para el desierto.
VISIÓN DE LOS GIGANTES
Lo que más llama la atención de los visitantes e investigadores son sus cráteres. La mayor parte de ellos son de origen volcánico, pero también es una realidad que han caído una gran cantidad de meteoritos que han dejado a la zona como un queso gruyere que combina hondonadas de impacto y conos volcánicos.
La parte interesante no sólo basta al observar los gigantescos huecos en el suelo, sino caminarlos, bajar en el caso de algunos a su centro, lo que puede significar minutos u horas, dependiendo de cuál de los sitios se deseen visitar.
Los guías que llevan a los turistas desde Puerto Peñasco citan a los clientes desde muy temprano, seis o siete de la mañana para depositarlos antes del mediodía en la base de las primera cordillera de dunas, y si le llaman de esta forma es por la apariencia y tamaño de estos cerros que forma la arena y que de un día al otro cambian considerablemente.
Sin duda este no es un recorrido apto para personas con problemas físicos, aquellos que deseen ver el mar de arena que advierte lo que vendrá, un sitio parecido a la luna, pero con una gran cantidad de colores.
Por raro que parezca es cierto, lo mismo se puede encontrar un espejo gigantesco que rebota dorados por todas partes, o una gran cantidad de tonos rojizos y naranjas.
Quien se decida a soportar el calor y esforzarse para caminar entre la arena y pendientes de roca volcánica, podrá tener la seguridad de encontrarse en uno de los pocos sitios en el mundo con esta belleza extrema.
EL LUGAR
El Pinacate es una reserva natural, fue creada en 1993, es sumamente importante para la investigación de más de 300 especies de animales del desierto. El trabajo de monitoreo y es vital, ya que muchos de los animales que viven en El Pinacate y el desierto de Altar sólo se encuentran aquí.
Una vez en la oficina de la reserva se deben pagar los derechos de entrada y si los guías lo programan con anticipación, incluso pueden ser atendidos por algunos de los biólogos o geólogos que trabajan en la investigación local.
La primera gran prueba es subir las dunas de arena, algunas pueden elevarse más de 100 metros, así que por cada cinco pasos en una pendiente de arena, lo más seguro es que se den cuatro para atrás, no es nada fácil coronar una duna sonorense.
Quienes logren ascender a una de estas gigantes (las que por cierto cambian de color de acuerdo a la época del año y a la intensidad de la luz del sol), tendrán frente a ellos un mar de dunas, y si el día es claro, es posible observar con facilidad una línea azul: el Mar de Cortés.
SEGURIDAD Y CONCIENCIA
El Pinacate y el desierto de Altar son áreas que tienen su zona turística y sus áreas prácticamente vírgenes, así que es sumamente necesario moverse por los caminos marcados, nunca salir de ruta, y claro hacerle caso a los guías.
El problema al salir por las zonas sin señal no sólo tiene que ver con la posibilidad de perderse, también existe la mala fortuna de pisar alguna especie vegetal por error o vandalismo, y el problema es que algunas de estas plantas pueden tener años de edad.
El imán más grande de turistas es el cráter Elegante. Su atractivo es que prácticamente los autos llegan hasta su borde. Tiene un diámetro de 1.6 kilómetros y casi 250 metros de profundidad.
Cerca de este se encuentran otros cráteres, la mayor parte de origen volcánico y varios más producidos por el impacto de meteoritos. Otra opción es ascender al cerro El Tecolote.
Son un par de horas hasta su parte más elevada, lo más curioso es que su cima parece un gran ladrillo de color rojo. La vista desde aquí es impactante. Los manchones de flores del desierto pueden verse al igual que los grandes sahuaros que forman cercas verdes en medio de la arena.
Aunque pueda parecer trillado la verdad es que en el caso del Pinacate a la perfección aplica la frase de la importancia del camino, más que el destino. Observar un cráter gigante es bello, pero encontrarse en el desierto, y observar su vida es lo importante.

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